martes, 11 de diciembre de 2012

Fusión

Inesperadamente, la lluvia llegó, empapaba sus ropas y eliminaba con cada gota el pudor, las reglas, que ella siempre memorizó en silencio. Ambos decidieron escapar del mundo, hallaron un lugar propicio bajo la luna, por minutos se besaron sin cesar y poco a poco ella comenzó a sentir como él con sus manos, sus dedos, sus labios y su lengua la desnudaban lentamente y se iban enredando con su piel, que tímidamente se escondía bajo las sombras de unos árboles frondosos.

Ella lo amó, lo amó tanto ese febrero, que pudo soportar el dolor más profundo con la única condición de que jamás la dejará sola y al siguiente segundo de aquella promesa pudo sentir cómo, despacito, le destrozaban el alma,  la vida, los sueños. Ese día todo terminó entre ellos, a pesar de las promesas, ella supo que no lo volvería a ver más.